jueves, 29 de mayo de 2008

ENTREVISTA A GARCÍA MÁRQUEZ



Por su interés, les ofrecemos la posibilidad de escuchar la interesantísima y larga entrevista que allá por 1996 (poco después de la publicación de Noticia de un secuestro) le hizo Iñaki Gabilondo a Gabriel García Márquez. Sin duda es un placer escuchar al Premio Nobel de Literatura reflexionar sobre su vida y su obra y sobre su condición de escritor. Y esta entrevista cobra más interés ahora que se ha anunciado que el año próximo saldrá a la luz la nueva novela del más ilustre residente de Macondo. Por eso hemos creído interesante ofrecérsela aquí a los ciudadanos que quieren a la Biblioteca de Úbeda.


lunes, 26 de mayo de 2008

CONFERENCIA DE TORAL PEÑARANDA



El próximo jueves 29 de mayo, a las 20:30 horas y en el Hospital de Santiago, tendrá lugar un acto de los que verdaderamente podemos denominar como culturales. Por su calado y por su importancia. Se trata de la conferencia que pronunciará el prestigioso investigador Enrique Toral Peñaranda, don Enrique, como es conocido afectuosamente entre los estudiosos e investigadores.

Toral Peñaranda no es persona nueva en nuestra ciudad. Madrileño de nacimiento y residencia ha sido funcionario del Ministerio de Justicia, donde desarrolló una brillante carrera y en el que ocupó puestos de gran relevancia. Gran admirador de Úbeda desde que en 1946 la visitara por primera vez, le ha dedicado a nuestra ciudad una parte importante de su producción científica como investigador histórico y genealogista. Su relación con Jaén no ha quedado reducida a Úbeda y se cuentan por decenas los artículos y libros dedicados a los más variopintos temas históricos jiennenses. Baste para acreditar su relación con Jaén, la presencia constante que su obra científica ha tenido en el Boletín del Instituto de Estudios Gienneses.

A sus reconocida autoridad como historiador y genealogista, añade una calidad humana y una generosidad excepcionales, pues a sus aportaciones intelectuales hay que añadir un apoyo material continuo a muchas iniciativas culturales. Asiduo colaborador de la mayoría de las publicaciones provinciales, sus artículos se han derramado también en las páginas de Ibiut y sus estudios sobre Úbeda han conseguido desentrañar momentos significativos de nuestra historia. Su "Úbeda 1442-1510", agotada desde hace ya demasiados años, constituye una fuente fundamental para el conocimiento de la ciudad en este periodo a caballo entra la Edad Media y la Moderna.

Con la conferencia que pronunciará el próximo jueves, el octogenario investigador regresa públicamente a Úbeda, ciudad que asidua, privada y silenciosamente nunca ha dejado de visitar en los últimos sesenta años. En ella tuvo alguno de sus grandes amigos y la conferencia que ahora nos dedique, posiblemente, será en homenaje a todos ellos.

La visita a nuestra ciudad de Toral Peñaranda, así como la conferencia que pronunciará, han sido organizadas gracias al buen hacer de la Asociación Cultural «Enrique Toral y Pilar Soler» y de la Biblioteca Municipal de Úbeda.

viernes, 23 de mayo de 2008

NUEVA OBRA DE AURELIO VALLADARES





En 1992 la Asociación Cultural “Alfredo Cazabán Laguna”, con la colaboración del Patronato Municipal de Cultura, sacaba a la calle la monumental obra Temas y autores de Úbeda. Ensayo bibliográfico, del profesor Aurelio Valladares Reguero. Se trató de un gran libro en el que Valladares recogía, en 630 páginas y a través de 2.961 entradas, una amplia información tanto de los autores que a lo largo de la historia han escrito en relación con nuestra ciudad como de los variados temas que han tratado.

Ahora, el Instituto de Estudios Giennenses ha publicado una segunda edición (aumentada, corregida y actualizada) de la obra del profesor Valladares. Esta segunda edición convierte a Temas y autores de Úbeda en un libro vastísimo que se convertirá en referente obligado para cualquier investigación que a partir de ahora quiera hacerse con respecto a Úbeda. En esta nueva edición las páginas han aumentado hasta las 1552 (¡más del doble que en 1992!) y las entradas pasan a ser 10.350, lo que triplica sobradamente el número anterior. Este aumento material de la obra nos da una idea del ímprobo trabajo de investigación que ha realizado Aurelio Valladares y, definitivamente, consolida su obra investigadora como una de las más fecundas, importantes y provechosas que se han realizado en nuestra ciudad en mucho tiempo.

El júbilo que el mundo de la cultura ubetense tiene que sentir con esta nueva edición del libro de Aurelio Valladares nos lleva a realizar dos reflexiones.

La primera es relativa a las futuras actualizaciones de la obra. Parece probable que el autor no vuelva a acometer una empresa de las características de ésta, tan laboriosa. Pero sería una verdadera pena que el trabajo al que Valladares ha dedicado tantos años se paralizase en este punto. Ahora, las modernas tecnologías permiten crear un archivo permanente sobre los temas y autores de Úbeda que, tomando como base el ineludible trabajo de Valladares, podría ser actualizado periódicamente. Se construiría así una herramienta de trabajo potentísima y permanentemente actualizada.

Falta, claro, la infraestructura suficiente para realizar esta tarea. En este momento tan sólo la Asociación Cultural “Alfredo Cazabán Laguna” podría acometer esta empresa, pero para ello necesita algo que a buen seguro no va a llegar: ayuda municipal.

Esto nos lleva a la segunda reflexión que provoca en nosotros la edición del libro de Aurelio Valladares: la triste ausencia de un servicio de publicaciones en el Ayuntamiento de Úbeda. Mientras la ciudad vive un periodo rico y fecundo en lo relativo a potenciales autores literarios o científicos, el Ayuntamiento no es capaz de sentar una bases sólidas que apoyen la publicación de obras que puedan resultar interesantes para una mejor cultura de la ciudad. Publicaciones como IBIUT o las que periódicamente editan las cofradías dan cabida a esta nueva hornada de investigadores, pero es necesaria la implicación municipal para sistematizar esa labor y para poner a disposición de la ciudadanía libros sobre los muchos temas ubetenses que están dando lugar a publicaciones e investigaciones en la actualidad.

En cualquier caso, y más allá de estas consideraciones, la edición de un libro como el de Aurelio Valladares Reguero nos causa profunda alegría. Esperemos que no caiga en saco roto el trabajo de este ubetense de adopción.

miércoles, 14 de mayo de 2008

LA BIBLIOTECA DE vbeda.com


Siguiendo con la encomiable labor cultural que viene realizando la Asociación Cultural "Alfredo Cazabán Laguna", vuelve a enriquecerse la Biblioteca de la web vbeda.com. La creación de esta Biblioteca dentro de una web es, sin duda, la empresa cultural más importante que se ha realizado en Úbeda en los últimos años.

Allí pueden encontrarse en su integridad la revista IBIUT o la ingente obra de Ginés Torres Navarrete. En las últimas semanas este espacio se ha visto enriquecido con números de la revista CÓDICE o con la última publicación de Juan Barranco o los dibujos de Antonio Millán. Se incluye también uno de los números de EL IDEAL CONSERVADOR, una publicación de finales del siglo XIX de difícil acceso que, gracias al trabajo de esta asociación, ya puede consultarse en internet. Igualmente se está preparando la edición digital de la mítica revista VBEDA, que dirigiera Juan Pasquau, que se incluirá en la Biblioteca de vbeda.com en cuanto se solventen algunos problemas técnicos que está planteando el escaneo de determinados números.

El trabajo desarrollado por la Asociación "Alfredo Cazabán" demuestra dos cosas importantes: primero, que no hay cultura si no la palabra, la literatura, el libro, no ocupan el centro de la política o de la gestión o de la mera preocupación cultural; segundo, que siendo la palabra lo más que más vale de la cultura es lo más barato –por ser lo menos vistoso–. Muchas veces el trabajo cultural realizado en torno a la palabra y a la creación literaria en toda su extensión es un trabajo como el de esta Asociación, sordo y solitario y silencioso; por ello la palabra –la literatura, los libros: la Biblioteca– sigue siendo la gran olvidada en nuestra ciudad, porque no da brillo ni postín.

jueves, 8 de mayo de 2008

EXTRACTO DE UN ARTÍCULO DE JUAN PASQUAU



LA BIBLIOTECA, ÓRGANO DE CRECIMIENTO

(Premiado en concurso convocado en el B.O.E. de 10 de abril 1963,
con motivo de la Fiesta del Libro)

(…)

Otra cosa es el libro. La independencia del libro nos garantiza un escapismo. El único posible ahora... Su compañía, sigue siendo la mejor para pensar, para desprendernos de lo accidental en busca de lo esencial, para elevarnos de la anécdota a la categoría.

El libro no está regido por el ambiente; sorbe su sustancia, no de la circunstancia, sino de la entraña del autor. Y hay libros de todas las latitudes geográficas y de todas las latitudes del tiempo. Un libro es, siempre, un trozo de fervor insoluble, inatacable. Es ciencia, o historia, o literatura; pero, en cualquier caso, articula ideas y formula vivencias que permanecen, que no están sujetas a la versatilidad atmosférica. Son afirmaciones las suyas al margen del clima. Están ahí los libros, en los estantes, postulando en su quietud, creencias, verdades, pasiones que no devoran los siglos. Son tiendas para el refugio: habitáculos del alma que un día, rebelde, a su localización forzosa, quiere salir a pasear. Las páginas impresas, ¿no semejan continuadas avenidas para el lento deambular silencioso de la conciencia, parques acotados para el libre juego de la inteligencia, paisajes luminosos que asombran por su heterogénea riqueza, por su valiente orografía épica, lógica o lírica? Traen la voz olvidada de los muertos.

Todavía los libros son, gracias a Dios, insustituibles. Cuando se habla de elevar el nivel cultural de los pueblos y se postula en pro de su adelanto espiritual y material, hay que apelar a ellos como instrumentos de cultura, capaces de inyectar inquietud, sabiduría, sensibilidad. Su efecto estimulante es profundo. Diríase que otros instrumentos de cultura operan de una manera subcutánea; sólo el libro inocula vigor y trascendencia en las estructuras recónditas del alma.

(…) En el recinto de la biblioteca, los hombres aprenden su oficio de hombres porque ella es el taller que pule y afina idearios y normas, que otorga enseñanzas y regala al espíritu belleza. Nada de espectacular hay en la biblioteca donde todo es silencio y en la que los libros, sin reclamo, sin vocear la mercancía –por suerte no hay mercancías en la cultura– muestran modestamente su presencia. Es impresionante el silencio de la biblioteca y, sin embargo, ¡qué poblada está! Nunca estamos menos solos que cuando nos rodeamos de libros. El más insignificante (¿) volumen está presto para regalar su melodía a quien quiera percibirla. Maravillosa quietud y, no obstante, los libros no son muertos. Nada mas opuesto a un cementerio que la biblioteca. Cada libro, en su estante, aguarda con su caudal inmarcesible de palabras, ideas, juicios, relatos, sugerencias. Cada uno nos invita levemente, a ser su huésped durante unas horas. Todos brindan, graciosamente, remedios para algo... ¿Una botica", la biblioteca, para los males del hombre En ella se alinean soluciones de casi todas las preguntas; y todas las lacras sociales –la impiedad, la ignorancia, el embrutecimiento– pueden encontrar aquí su medicina. Y todos los venenos su triaca. (Claro está que cada libro reclama su lector, y que no todos los lectores están en condiciones de conocer el libro que necesitan. Pero ahí la misión de los bibliotecarios, verdaderos farmacopolas de la cultura).

Sobre todo, ¡que remedio la biblioteca en ciudades y pueblos, para este achaque de miopía que el ambiente –de que hablábamos al principio– nos induce! Vivimos entre las cuatro paredes de nuestras limitaciones sociales, profesionales, familiares, económicas; vivimos constreñidos, ligados a la circunstancia. ¿Qué pueden ver nuestros ojos en tan reducido ambiente?

El egoísmo –que es la miopía del espíritu– llegará indefectiblemente si no sabemos escapar, idealmente al menos, de nuestra situación. Yo no conozco medio mejor para la fuga que el libro, si no es el recurso religioso. Después del recinto del templo para el despliegue de nuestras ansias de eternidad, no hay lugar como el de la biblioteca: gimnasio que entrena y adiestra las facultades mentales. No puede mantenerse en forma a un pueblo que no sabe rezar y que desdeña el placer de leer.

lunes, 5 de mayo de 2008

ARTÍCULO DE MUÑOZ MOLINA EN EL PAÍS



Ida y Vuelta

DE UNA BIBLIOTECA A OTRA
Antonio Muñoz Molina

Una biblioteca pública no es sólo un lugar para el conocimiento y el disfrute de los libros: también es uno de los espacios cardinales de la ciudadanía. Es en la biblioteca pública donde el libro manifiesta con plenitud su capacidad de multiplicarse en tantas voces como lectores tengan sus páginas; donde se ve más claro que escribir y leer, dos actos solitarios, lo incluyen a uno sin embargo en una fraternidad que se basa en lo más verdadero y lo más íntimo que hay en cada uno de nosotros y que no tiene límites en el espacio ni en el tiempo. La lectura, los libros, empezaron siendo privilegio de unos pocos, herramientas de poder y de control de las conciencias. La imprenta, al permitir de pronto la multiplicación casi ilimitada de lo que antes era único y difícil de copiar, hizo estallar desde dentro la ciudadela hermética de las palabras escritas, alentando una revolución que empezó por reconocer en cada uno el derecho soberano a leer la Biblia en su propia lengua y en la intimidad de su casa, sin la mediación autoritaria de una jerarquía. Gentes que leían libros albergaron ideas inusitadas: que el mérito y el talento personal y no el origen distinguían a los seres humanos; que todos por igual tenían derecho a la instrucción, a la libertad y a la justicia.

La escuela pública, la biblioteca pública, son el resultado de esas ideas emancipadoras: también son su fundamento. Con egoísmo legítimo uno compra un libro, lo lee, lo lleva consigo, lo guarda en su casa, vuelve a leerlo al cabo de un tiempo o ya no lo abre nunca. En la biblioteca pública el mismo libro revive una y otra vez con cada uno de los lectores que lo han elegido, multiplicado tan milagrosamente como los panes y los peces del evangelio: un alimento que nutre y sin embargo no se consume; que forma parte de una vida y luego de otra y siendo el mismo palabra por palabra cambia en la imaginación de cada lector. En la librería no todos somos iguales; en la biblioteca universitaria el grado de educación y la tarjeta de identidad académica establecen graves limitaciones de acceso; sólo en la biblioteca pública la igualdad en el derecho a los libros se corresponde con la profunda democracia de la literatura, que sólo exige a quien se acerca a ella que sepa leer y sea capaz de prestar una atención intensa a las palabras escritas. En el reino de la literatura no hay privilegios de nacimiento ni acreditaciones oficiales, ni jerarquías de ninguna clase ante las que haya que bajar la cabeza: nadie tiene la obligación de leer una determinada obra maestra; y no hay libro tan difícil que pueda ser inaccesible para un lector con vocación y constancia. Pomposos catedráticos resultan ser lectores ineptos: cualquier persona con sentido común es capaz de degustar la más delgadas sutilezas de un libro. En el cuarto de trabajo o de estudio con frecuencia uno está demasiado solo: en la biblioteca pública se disfruta un equilibrio perfecto entre el ensimismamiento y la compañía, entre la quietud necesaria para la lectura y la grata conciencia de la vida real que sigue sucediendo a nuestro alrededor.

Los barrios de Nueva York están punteados de sucursales de la gran Biblioteca Pública de la quinta Avenida. El edificio central tiene una escala imponente: los mármoles, la escalinata, las columnas, los dos grandes leones benévolos. Las bibliotecas de barrio son mucho más modestas en apariencia, pero no esconden menos tesoros, y son igual de acogedoras. La que yo visito casi cada mañana está en una zona de pequeños negocios puertorriqueños, de peluquerías rancias de caballeros, de puestos de frutas del Caribe, de casas de comidas baratas que tienen nombres como La Caridad o La Flor de Mayo. El trámite para hacerse socio dura unos cinco minutos y es gratis. Con su tarjeta uno puede solicitar cualquier libro, disco o película y en unos pocos días le avisarán de que puede ir a recogerlo. Pero para entrar en la biblioteca y pasarse en ella las horas no hace falta ni siquiera una acreditación, en una ciudad donde hay tantas barreras de seguridad que puede ser tan inhóspita para el que no tiene dinero. A mi alrededor, en las otras mesas de la biblioteca, hay universitarios obsesivos que han venido a estudiar y jubilados que leen tranquilamente el periódico, un chico que mueve la cabeza y los hombros al ritmo de la música que escucha en el iPod mientras sonríe para sí leyendo una novela gráfica, una muchacha asiática sumergida en una biografía de Virginia Woolf, una abuela a la que una empleada le enseña con ilimitada paciencia cómo acceder a su cuenta de correo electrónico en la fila de ordenadores de la sala, una mujer demente que se ha sentado cerca de mí dejando caer sobre la mesa, como si fuera una lápida, un diccionario enorme de psiquiatría.

Yo leo, trabajo, miro el correo, escribo alguna postal, gustosamente solo y a la vez acompañado, mecido por el rumor cauteloso de la gente. Vengo a trabajar en una biblioteca pública y me acuerdo siempre de la primera que conocí, en la que empecé a educarme, tan lejos ahora y tan presente en la memoria, la biblioteca municipal de Úbeda, que descubrí cuando tenía unos doce años. La mirada infantil, como la poesía épica, agranda los lugares, magnifica las cosas: yo nunca había visto salas tan grandes, estanterías llenas de libros que llegaban a los techos, sumergidas parcialmente en una penumbra en la que brillaban con intensidad misteriosa las lámparas bajas sobre las mesas de lectura. En cualquier otro lugar mis deseos y mis aficiones estaban limitados por la falta de dinero: en la biblioteca yo era un potentado. Fuera de allí las cosas pertenecían a alguien, casi siempre a otro: en la biblioteca eran mías y a la vez de todos. No existe mejor escuela de ciudadanía.

Sin aquella biblioteca hoy yo no estaría en ésta. Y como ahora las palabras pueden viajar tan instantáneamente como vuelven a la conciencia las imágenes del pasado remoto, cuando abro el portátil para mirar el correo encuentro un manifiesto en defensa de la biblioteca municipal de Úbeda, dañada por el abandono, por esa idea festera y despilfarradora que tiene cualquier política cultural en España, donde no hay límite para el gasto público a condición de que éste sea superfluo. Cualquier municipio español gasta millones en contratar artistas de moda o alentar paletadas vernáculas: pero en una pequeña biblioteca no hay dinero para comprar libros, y si lo hubiera no quedaría espacio donde mostrarlos; cada vez existirá menos la posibilidad de que alguien encuentre en ella el refugio y la iluminación de los libros; de que un niño fantasioso entre en la biblioteca pública como Simbad en la gruta del tesoro. Pongo mi firma al pie de ese manifesto de ciudadanos ilustrados y por un momento la lejanía no existe y la mesa de lectura en la que estoy sentado pertenece a aquella biblioteca que no he pisado en tantos años.
Publicado en EL PAÍS (Babelia) el 3 de mayo de 2008