jueves, 10 de junio de 2010

1978. MUERE JUAN PASQUAU



Pasquau es uno de los más grandes escritores de Jaén

EL HOMBRE Y SUS CIRCUNSTANCIAS.

El 10 de junio de 1978 –el jueves próximo hará treinta y dos años– moría en la Clínica Puerta de Hierro de Madrid un hombre llamado Juan Pasquau Guerrero. Había nacido en Úbeda, en una casona familiar de la Calle Trinidad, el 21 de abril de 1918. Su padre fue Alcalde de Úbeda. Su abuelo –Antonio Pasquau y González de Castañeda– fue también Alcalde de Úbeda, aquel mítico alcalde que en las epidemias de cólera del siglo XIX vendió todos sus bienes para darle de comer a los hambrientos. (El mismo fue concejal del Ayuntamiento de Úbeda.) Se casó, mediada la década de los 50, con Rosa Liaño, una joven de La Coruña. Tuvieron tres hijos –Juan, Curro y Miguel–, no llegó a conocer a sus nietos. Maestro por vocación, ejerció como tal en las Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia –honda huella dejó la obra del Padre Villoslada en Juan Pasquau– durante décadas, y luego como director del Colegio de “Las Explanadas”, y también enseñó en la Escuela de Artes y Oficios, todo en Úbeda: quienes fueron sus alumnos aún recuerdan su bondad, su exquisito trato, su sencilla sabiduría. Desde muy joven colaboró con la prensa, escribiendo artículos en “Jaén”, IDEAL de Granada y ABC, muchos de ellos verdaderas joyas literarias, densísimos de lírica y hondísimos de pensamiento (en su tarea periodística, asumió la tarea que a comienzos del siglo XX emprendieran Ortega y Unamuno de llevar la filosofía a la calle). Fundó y dirigió la Revista “Vbeda”, la empresa cultural más importante del siglo XX en Úbeda. En 1958 publicó su monumental “Biografía de Úbeda”. Bibliotecario Municipal hasta su muerte. Elemento fundamental en la creación y desarrollo del Instituto de Estudios Giennenses, del Instituto de Estudios Sanjuanistas, del Centro de Iniciativas Turísticas de Úbeda. Hermano de Jesús desde el 1 de abril de 1941, Alférez de la cofradía morada desde 1948 hasta el último Viernes Santo de su vida, unas semanas antes de morir, cuando, al llegar al Hospital de Santiago, le cedió el legendario Pendón de Jesús a su hijo Miguel y él se retiró a su casa, agotado, vestido con la túnica con la que se adentraría en las alamedas de lo eterno. Académico Correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Cronista Oficial de Úbeda desde 1967. Hijo Predilecto de Úbeda desde 1968. Cruz de Alfonso X “El Sabio” en 1977, como reconocimiento a su labor educativa.

EL HOMBRE JUAN PASQUAU.

He ahí los datos de una vida. Los datos, tan fríos, tan objetivos, tan monótonos. Pero, ¿se agota Juan Pasquau en los datos? ¿Puede agotarse la dimensión, la figura, de Juan Pasquau en esa sucesión de datos, de tareas, de títulos, de méritos? No, no es posible, porque Juan Pasquau es más que un cúmulo de circunstancias y más que un dato: Juan Pasquau es un hombre, nada más y nada menos.. Un hombre entero. Complejo. Y el hombre... ¿puede agotarse en las frases hechas, puede definirse diciendo que es uno de los más grandes escritores giennenses de toda la historia, uno de los más grandes articulistas españoles del siglo XX, el ubetense más importante de los dos últimos siglos? ¿Puede el hombre Juan Pasquau acotarse con el recuento de su obra y de su legado? Ah, resulta imposible conocer así a Juan Pasquau; ni a él ni a ningún otro hombre con tanta densidad vital. Tan imposible, claro, como intentar descifrar y describir a la persona –a la persona, eh, no al personaje: los personajes siempre pueden despacharse en un artículo de periódico– en estas líneas. Porque detrás de todos esos datos, Juan Pasquau ocultaba una personalidad no arrolladora, pero sí conquistadora: para los que no lo conocimos es fácil recomponer a aquel hombre llamado Juan Pasquau, que no debió deslumbrar como un fogonazo pero que dejó una estela de luz que muy difícilmente podrá apagarse. “Juan Pasquau fue alguien que agotó y consumió su vida en ser persona, que vivió y se desvivió para serlo, porque tuvo la vocación y el genio de la vida personal”, ha escrito magistralmente Rafael Bellón. Tal vez por eso, por esa pasión de vivir a manos llenas –que es algo muy distinto a nuestro contemporáneo “vivir la vida”, tan huero–, Juanito Pasquau estaba menos atento a otras cosas, las menos importantes, y tal vez de ahí venga su proverbial despiste... como si la condición de despistado fuese casi inherente a las almas hondas y atentas a lo esencial.

El jueves, día 10, hará treinta años que se lo llevó, en un hospital madrileño, la púrpura trombocitopénica trombótica. Nuestros padres, nuestros abuelos, recuerdan –a buen seguro– el entierro de aquel hombre grande, verdaderamente multitudinario, recuerdan como sonaban los compases del “Miserere” y del Himno Nacional al paso del ataúd, el cortejo, las coronas... La pompa vana con la que disfrazamos la muerte de los hombres. Juan Pasquau estaba convencido de que resucitaría: no lo hemos dicho en la enumeración del primer párrafo, porque todo lo que ahí allí son circunstancias, pero Juan Pasquau Guerrero fue, sobre todo, un cristiano, y eso era para él una categoría, una sustancia íntima y personalísima. Sin todo lo demás, puede entenderse al hombre Pasquau, pero sin esa condición de creyente se nos desarma y se nos desdibuja su perfil vital. Socarrón, tierno, bueno, debía sonreír –o sonllorar– viendo su entierro, propio de hombre grande, como debe sonreír ahora –o reírse a carcajadas– al leer este artículo; preguntará porqué este recuerdo dirigido a un hombre muerto cuando él está vivo, resucitado en su fe para los que creen y, para todos, permanentemente aleteando en sus escritos.

REIVINDICACIÓN DE PASQUAU.

Urge volver a personas como Juan Pasquau, tan necesarias en estos tiempos donde todas las brújulas parecen machacadas por la rabia y la desorientación. Urge, claro, volver a tantos artículos maravillosos de Juan Pasquau: a esos artículos en los que describe con pasión serena a su Úbeda del alma, pero también a tantos pueblos de nuestra geografía –¡qué sorprendente capacidad la de Pasquau para desvelar lo oculto de Baeza, de Andujar, de Linares, de Cazorla, de Quesada, de Ibros...!–; a esos artículos en los que reflexiona sobre Dios y el hombre y sobre la política y sobre la sociedad y sobre las crisis y sobre la misma condición de la existencia, con una sensibilidad y una profundidad tal que no hay artículo suyo que no siga siendo válido, treinta años después de su muerte, para hacernos reflexionar y repensar nuestra condición de hombres postmodernos. Clarividencia del pensador sereno, intemporal por estar plenamente inmerso en las coordenadas históricas del tiempo. Y todo ello, con la virtud insuperable de que Juan Pasquau –hombre de creencias firmes– no impone sino que abre en cada una de sus páginas un diálogo con el lector.

Esa necesidad de Juan Pasquau, tres décadas después de su muerte, sólo es posible abordando sus escritos. Pero ocurre que las instituciones que debieran haber velado para que su obra escrita –el Ayuntamiento de Úbeda, el Instituto de Estudios Giennenses– se hubiera ido recopilando, se hubiera ido publicando, se hubiera puesto en manos del gran público, se han olvidado de Juan Pasquau. Para nosotros, Juan Pasquau es un hombre y su obra una referencia; para las instituciones, Juan Pasquau es una anécdota, un nombre. Tal vez, incluso, un estorbo, demasiado políticamente incorrecto. ¿Por qué no se ha hecho? ¿Estorba el pensamiento, estorba la independencia de Juan Pasquau? Si así fuera, treinta años después de que muriese, esa incomodidad causada al poder sólo haría reafirmar su urgencia, su necesidad. La exigencia de restaurar a Juan Pasquau.

(Manuel Madrid Delgado)

(Publicado en IDEAL el 6 de junio de 2010)

2 comentarios:

Diego de la Cruz dijo...

Amigo Manolo: en la Fototeca Municipal se dispone de varias fotos del sepelio de nuestro admirado Juan Pasquau; seguramente sería interesante incluir alguna de ellas en este artículo. Saludos.

ANTONIO MARTINEZ DE UBEDA dijo...

SONETO A JUAN PASQUAU



MIS NUEVE AÑOS Y CON CARTAS UBETENSES

Y ARTÍCULOS DE PERIÓDICOS CORTADOS,

RECUERDOS QUE MARCABAN INSULADOS

POR LOS DECIRES DE AMIGOS JIENNENSES.


Y EMPECÉ A PENSAR SOBRE LOS REVESES

DE LA VIDA, PRONTO A SUEÑOS ATADOS

GOLPEANDO EXISTENCIA DE NIÑO A LIADOS

DESTINOS,DÍAS QUE SE HACÍAN MESES.


Y LARGA CARTA DE PASQUAU, AL AMIGO

MUERTO, QUE MARCHA A LOS VUELOS ETERNOS,

DESDE DONDE A ÚBEDA GOTEA SINCERO


ECO. Y QUIEN CONSEJERO FUÉ CONMIGO,

DIÓ AMISTAD SIN ADULACIÓN. TIERNOS

VERSOS, PARA DON JUAN PASQUAU GUERRERO.


ANTONIO MARTINEZ DE UBEDA

A DON JUAN PASQUAU, GRAN AMIGO DE MI PADRE.

AÑO DE 2013