Hoy, 23 de abril, es el Día del Libro. Aprovechando que la producción literaria del autor es finita, pero, por el contrario, que el libro es inmortal, la UNESCO hizo coincidir la efeméride con la fecha aproximada de la muerte de Shakespeare, Cervantes e Inca Garcilaso de la Vega.
Los gestos conmemorativos siempre son loables, pero no garantizan la consolidación de los proyectos. En la provincia de Jaén, como en el resto del país, tanto leer como escribir suelen conducir al lamento, concluir en llanto. La mitad, cuanto menos, de la población reconoce que anualmente no maneja otro libro que el de Familia, y ya saben que la natalidad por estos pagos anda, desde hace años, de capa caída.
Toda iniciativa tendente al fomento de la lectura merece consideración y respaldo, aunque tantas veces suponga sembrar en tierra yerma. Ahora bien, lo que hoy se impone, lo que este 23 de abril debería suponer una apuesta decidida, unánime, sin fisuras, del mundo de la cultura jiennense, sería la dignificación universal de las bibliotecas públicas. Las bibliotecas de nuestros pueblos y ciudades no pueden ser las hermanitas pobres del presupuesto, no pueden ser recluidas, abandonadas en espacios inhóspitos, que lejos de invitar a prolongadas estancias, promueven la visita fugaz y presurosa.
Las bibliotecas públicas son la librería del pobre, el refugio de todo aquel que ansía saber más, el retiro del opositor y del estudiante, el paraíso del silencio o, en el peor de los supuestos, del hablar respetuosamente bajito. Las bibliotecas públicas deben nutrirse y renovarse, deben ser cada día más confortables.
Las bibliotecas, en muchos casos, están dejadas de la mano de Dios. Y mucho nos tememos que también, a la vista está, dejadas de la mano del hombre, del gobernante.
Las bibliotecas públicas, en días señalados como hoy, 23 de abril, merecen una atención especial.
Todo este tipo de anhelos que nosotros, modestamente, hemos querido compilar, compendiar, contener, en este Editorial. Y que el libro viva por siempre, pero que viva dignamente, en bibliotecas acogedoras, tecnificadas y modernas. Que así sea.
Los gestos conmemorativos siempre son loables, pero no garantizan la consolidación de los proyectos. En la provincia de Jaén, como en el resto del país, tanto leer como escribir suelen conducir al lamento, concluir en llanto. La mitad, cuanto menos, de la población reconoce que anualmente no maneja otro libro que el de Familia, y ya saben que la natalidad por estos pagos anda, desde hace años, de capa caída.
Toda iniciativa tendente al fomento de la lectura merece consideración y respaldo, aunque tantas veces suponga sembrar en tierra yerma. Ahora bien, lo que hoy se impone, lo que este 23 de abril debería suponer una apuesta decidida, unánime, sin fisuras, del mundo de la cultura jiennense, sería la dignificación universal de las bibliotecas públicas. Las bibliotecas de nuestros pueblos y ciudades no pueden ser las hermanitas pobres del presupuesto, no pueden ser recluidas, abandonadas en espacios inhóspitos, que lejos de invitar a prolongadas estancias, promueven la visita fugaz y presurosa.
Las bibliotecas públicas son la librería del pobre, el refugio de todo aquel que ansía saber más, el retiro del opositor y del estudiante, el paraíso del silencio o, en el peor de los supuestos, del hablar respetuosamente bajito. Las bibliotecas públicas deben nutrirse y renovarse, deben ser cada día más confortables.
Las bibliotecas, en muchos casos, están dejadas de la mano de Dios. Y mucho nos tememos que también, a la vista está, dejadas de la mano del hombre, del gobernante.
Las bibliotecas públicas, en días señalados como hoy, 23 de abril, merecen una atención especial.
Todo este tipo de anhelos que nosotros, modestamente, hemos querido compilar, compendiar, contener, en este Editorial. Y que el libro viva por siempre, pero que viva dignamente, en bibliotecas acogedoras, tecnificadas y modernas. Que así sea.
MANUEL EXPÓSITO
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