La cita es en el Parador de Úbeda. Antonio Muñoz Molina ha accedido a atender a este periódico en su ciudad natal, haciendo un hueco entre sus muchos compromisos familiares y sus no menos compromisos literarios propios de la publicación de una nueva novela, 'La noche de los tiempos'.
Ha llegado antes que yo, y disfruta del sosiego que reina en el patio porticado del palacio renacentista acompañado de cuatro personas. Curiosamente todos beben tónica. Por no desentonar pido otra. Jesús Cárdenas, director del Parador, le pide que firme en el libro de visitas del establecimiento. Manuel Madrid, encargado de presentar el libro en el acto organizado en Úbeda, le informa de que parece que van a restaurar el maltrecho Palacio de los Orozco que sirvió al Académico de la Lengua de escenario para su novela 'Beatus Ille'. «Había empezado a escribir planteando la historia en otro lugar, pero visité el edificio y me gustó, por lo que rápidamente organicé la mudanza», contesta el autor con una de esas sonrisas que no suele lucir en público.
Ruina
Por otro lado, Ramón Beltrán, responsable del Archivo Municipal, le pone al día, con pelos y señales, de las más que cuestionadas obras en la iglesia de Santa María. «Qué barbaridad», responde un atento y ya no tan sonriente Muñoz Molina al conocer ciertos detalles. Y Andrea Pezzini, empresario turístico, le cuenta que han puesto en marcha una ruta literaria para visitantes basada en sus libros. «Mucha ruina», apostilla el escritor recordando lo poco que se parecen ya muchos de los espacios de Úbeda a los que inmortalizó en su Mágina.
Sin ir más lejos, el tranquilo barrio de San Lorenzo en el que nació y se crió, hoy es una caja de resonancia plagada de jóvenes y coches que han fijado allí uno de sus centros de ocio nocturno. El ilustre vecino tuvo ocasión de comprobarlo en verano estando en la casa de la familia. Casi no pudo pegar ojo: «había más ruido allí que en mi apartamento de Nueva York». Entre Úbeda y Mágina discurrió nuestra charla, pasando por 'La noche de los tiempos'.
-Entiendo que presentar este libro en Úbeda tiene más que ver con el cariño que con los réditos editoriales.
-Me lo ofrecieron los amigos de la Asociación Cultural Alfredo Cazabán y me pareció buena idea. Hay una cosa importante, aparte de la relación de cariño con la ciudad y con las personas, que es reivindicar el trabajo de la gente que hace cosas sin depender de la administración. En España hay demasiada presencia de la política en las cosas. Cuando me invitaron, la única condición que puse fue que no quería un acto de naturaleza política, no por nada, sólo porque creo que la sociedad civil también debe tener su soberanía, y no puede estar continuamente dependiendo de la política.
-Además, es usted profeta en su tierra.
-Siempre he sentido a la gente muy cálida conmigo, y eso es muy alentador. No tengo conflicto alguno con mi ciudad natal. Al revés, tengo una relación de cariño muy grande con mucha gente de varias generaciones. Algunos eran niños o no habían nacido cuando yo empecé a publicar. Y eso a mi me conforta mucho y me da mucha alegría; ese calor y esa generosidad de la gente.
-En su calidad de ubetense, ¿cómo ve Úbeda desde fuera?.
-Se ve como el resto de España. No ha habido mucho cuidado con el patrimonio. España es un país muy maltratado en su paisaje urbano. Y Úbeda es una víctima más.
Dueños
-Al respecto, hace poco publicaba usted un artículo que titulaba 'Desolación de volver'. ¿Es para tanto?.
-Sí. Tenemos que entender que nosotros no somos los dueños del mundo, somos depositarios. Cada generación es depositaria de una herencia que le ha sido legada por una anterior y que tiene que transmitir a la siguiente. Aparte de monumentos, palacios e iglesias, recibimos un legado singular, un paisaje, una estructura de ciudad, un patrimonio de arquitectura popular, y hay que preguntarse qué le vamos a dejar a los que vienen detrás. También porque después nos van a pedir cuentas. Y luego, es preciso considerar que el cuidado del patrimonio y del paisaje es profundamente práctico y rentable. Lo que no es rentable es destruir y hacer algo que está en todas partes. Cuando viajas por Europa, ves que ha habido un talento extraordinario para conservar lo mejor, para modernizarse plenamente sin destruir nada, y sabiendo aprovechar el capital tremendo que tiene la singularidad de un sitio.
-Es decir, que no le gusta mucho lo que ve.
-La gente no va a venir a Úbeda a ver una urbanización horrorosa. Y una ciudad no es sólo cuatro monumentos. Es muchas más cosas: el paisaje que se ve al llegar a ella, el diálogo entre el pasado y el presente. Y yo me temo que eso ya no es algo específico de Úbeda. Lo específico de Úbeda es el volumen de la riqueza que había y su grado de deterioro.
-En esta ocasión visita la ciudad para presentar su trabajo más ambicioso. ¿Cómo está funcionando?.
-Estoy vagamente al tanto. Uno no debe preocuparse más de la cuenta de esas cosas. Aunque en el caso de un libro como este te sientes responsable ante el esfuerzo que la editorial está haciendo. Los sentimientos son encontrados: por una parte no quieres preocuparte, pero por otra tienes que preocuparte.
-Tengo entendido que en la editorial están contentos.
-Sí, y por tanto, yo también lo estoy. Aunque creo que un libro literario tiene que durar en el tiempo. Por su propia naturaleza tiene que tardar en calar. A mi, si me das la opción entre el éxito comercial inmediato o el éxito a largo plazo, evidentemente me quedo con lo segundo. Ese es el verdadero desafío. Mi primera novela salió hace casi 24 años, pero nunca ha dejado de estar en las librerías, y eso es lo que más satisfacción me da, lo que creo que es lo propio de lo literario.
-¿Por qué eligió un arquitecto para protagoinizar esta novela y no un escritor?.
-Fue casi por casualidad. No quería que fuera un escritor. Yo quería hacer un retrato de una España de la cual hay información, sobre todo, acerca de escritores. Pero en esa España había mucha más gente trabajando, y trabajando estupendamente. La Generación del 27 son poetas, pero en esa misma época había excelentes arquitectos, científicos, médicos, debido a una explosión de renovación del país que estaba en todos los campos.
Opciones
-Al escribir utilizando como contexto la Guerra Civil, ¿pensó en quién contentaría y en quién no?.
-No puedes pensar en eso. Tienes que hacer aquello que crees que tienes que hacer, porque además no tienes muchas más opciones. En este caso he intentado reflejar una vida en un momento particular de la historia de España. Si para contentar a unos tienes que decir que los señores de una de las partes fueron intachables y para contentar a otros tienes que decir lo contrario, yo pienso que ese no es problema mío. Es el problema de personas que tres cuartos de siglo después necesitan situarse a un lado o a otro de la trinchera.
-Me da la sensación de que tampoco contentará a mucha gente de izquierdas.
-En la novela se comentan muchas barbaridades, cometidas en nombe de unas ideas o en nombre de otras, pero todas esas barbaridades están documentadas. Las fuentes morales de la novela son escritores vinculados a la izquierda, pero eso no implica ser indulgente con los crímenes cometidos en nombre de la izquierda.
-¿Cree que nos han contado la historia tal y como fue?.
-La historia está contada estupendamente, pero hay dos niveles distintos. Por un lado está el nivel de la investigación histórica y de los testimonios personales, y a otro nivel está la diatriba política de los últimos años. En el primer nivel, la historia está muy bien contada, y hay bastante acuerdo.
-Pues yo tengo un hermano de 22 años al que todo esto de la Guerra Civil le suena a poco menos que a chino.
-Eso es muy malo. Y quizá no se haya sabido contar, cuando es muy importante conocer la historia. El problema de no conocerla es que puedes ser fácilmente víctima de los manipuladores de la historia, que actúan continuamente desde la política.
-¿La Ley de Memoria Histórica pondrá cada cosa en su sitio?.
-Eso es muy complicado. Estaría bien que se estableciera un relato oficial de lo que ocurrió, hecho por historiadores, que contara las causas, el desarrollo y el resultado. Eso ya está en los libros de historia, pero no se ha oficializado. Y además hay actualmente una grave irresponsabilidad política al utilizar la historia como arma arrojadiza.
-¿Merece la pena remover fosas como pretenden hacer con la de Federico García Lorca?.
-También es muy complicado, porque intervienen distintas voluntades. Comprendo perfectamente la posición de la familia y comprendo que haya quienes quieran encontrar los restos de sus seres queridos. Pero creo que no se debe hacer. Algo ha estado profundamente equivocado para que se llegue a este punto, a esta disputa. Me parece de mal gusto.
-¿Piensa ya en su próximo proyecto?.
-No. Ahora busco un tiempo de tranquilidad. Escribir está muy bien, pero no escribir también.
-¿Volverá a escribir sobre Mágina?.
-Nunca se sabe, pero probablemente.
ALBERTO ROMÁN (Ideal, 12 diciembre 2009)
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