viernes, 26 de febrero de 2010

PÉREZ REVERTE: ENTREVISTA IMPRESCINDIBLE




A punto de salir a las librerías su nueva novela, ambientada en el Cádiz asediado por las tropas napoleónicas, Pérez Reverte ha concedido a El Cultural de El Mundo una entrevista explosiva y cargada de verdades, o explosiva precisamente por estar cargada de verdades y razones. Dado el interés de la misma, remitimos a los lectores de este blog a que disfruten (o se encabronen) con las contundentes palabras de Arturo Pérez Reverte. Por nuestra parte, sólo podemos decir: CHAPÓ.

jueves, 25 de febrero de 2010

EL PUENTE DE ARIZA: R.I.P.



Cuando en la década de los 90 el Ministerio de Medio Ambiente decidió “crear” el pantano del Giribaile, muchos temieron por la supervivencia de una obra única en la historia de la arquitectura y la ingeniería española del siglo XVI. Y es que cuajó cierto temor a que el bellísimo Puente de Ariza desapareciera bajo las aguas del pantano. En 1997, el Ministerio se encargó de apagar esos miedos: se destinaban 800 millones de pesetas para desmontar el puente, piedra a piedra, y trasladarlo al entorno del Santuario de la Virgen de Guadalupe. El puente, parecía, se había salvado.

Pero ni el puente ni los jiennenses vimos los 800 millones prometidos y el puente sigue en su sitio. Seguramente otra música le habría sonado al puente del milagro de los espárragos si hubiese estado en la Andalucía Andalucía, pero el estar en Jaén lo ha condenado a muerte. Y es que hoy el aspecto es desolador: el mayor temporal que se recuerda en nuestra tierra, y que ya dura varios meses, ha llenado el hasta ahora casi seco pantano del Giribaile y el Puente de Ariza se encuentra, desde el 24 de febrero, completamente desaparecido bajo las aguas. Ya sólo hay que esperar a que las humedades hagan su trabajo y pudran la piedra para que dentro de dos, tres, cuatro años, cuando las aguas vuelvan a bajar, el puente se desmorone y de él sólo queden un montón de ruinas mientras todos los políticos de todos los colores (en realidad todos son iguales) miran para otro lado sin ni siquiera ponerse colorados.

El Puente de Ariza ha muerto. ¡Viva el Puente de Ariza!

(La fotografía, del día 14 de febrero, se ha obtenido en el foro ubedaenlared. A fecha de hoy el puente está totalmente sumergido.)

jueves, 11 de febrero de 2010

EL PREMIO DE JESÚS MAESO



El pasado 29 de enero los ubetenses amantes de la literatura recibían una grata noticia, de la que hemos tardado demasiado en hacernos eco en este blog. Y esa noticia es que el ubetense Jesús Maeso de la Torre, de sesenta y un años de edad, se alzaba con el II Premio Caja Granada de Novela Histórica, que se trata del premio español de este género dotado con mayor cantidad económica, nada más y nada menos que 180.000 euros.

La novela ganadora lleva por título La princesa de las brumas (aunque el autor está barajando cambiarlo, antes de la edición por Grijalbo, por el de La cúpula del mundo, más sonoro), y se desarrolla en 1255, en pleno reinado de Alfonso X “El Sabio”. Se trata de una novela de amor y de intrigas palaciegas, que tiene como trasfondo la pretensión del rey castellano de coronarse como Emperador del Sacro Imperio.

Personaje destacado es la princesa Cristina de Noruega, que además es la detonante de esta novela, ya que el ubetense ha contado que durante una visita a Covarrubias, visitando la tumba de Fernán González, pudo comprobar como un grupo de noruegos cantaban el himno nacional de su país delante de la tumba de la citada princesa.

Maeso de la Torre (que estudió Magisterio en la SA.FA. y que actualmente vive en Cádiz) entra, con este premio, en el privilegiado grupo de los autores consagrados, al que llega con una fecunda trayectoria como novelista histórico a sus espaldas. No en vano, muchos de sus títulos se han convertido en algunos de los más vendidos de la última década.

martes, 9 de febrero de 2010

POR LA LECTURA



Cuando yo era un muchacho, en la España de 1931, vivía en Aranjuez un Maestro Nacional llamado D. Justo G. Escudero Lezamit. A punto de jubilarse, acudía a la escuela incluso los sábados por la mañana aunque no tenía clases porque allí, en un despachito que le habían cedido, atendía su biblioteca circulante. Era suya porque la había creado él solo, con libros donados por amigos, instituciones y padres de alumnos. Sus 'clientes' éramos jóvenes y adultos, hombres y mujeres a quienes sólo cobraba cincuenta céntimos al mes por prestar a cada cual un libro a la semana. Allí descubrí a Dickens y a Baroja, leí a Salgari y a Karl May.

Muchos años después hice una visita a un bibliotequita de un pueblo madrileño. No parecía haber sido muy frecuentada, pero se había hecho cargo recientemente una joven titulada quien había ideado crear un rincón exclusivo para los niños con un trozo de moqueta para sentarlos. Al principio las madres acogieron la idea con simpatía porque les servía de guardería. Tras recoger a sus hijos en el colegio los dejaban allí un rato mientras terminaban de hacer sus compras, pero cuando regresaban a por ellos, no era raro que los niños, intrigados por el final, pidieran quedarse un ratito más hasta terminar el cuento que estaban leyendo. Durante la espera, las madres curioseaban, cogían algún libro, lo hojeaban y a veces también ellas quedaban prendadas. Tiempo después me enteré de que la experiencia había dado sus frutos: algunas lectoras eran mujeres que nunca habían leído antes de que una simple moqueta en manos de una joven bibliotecaria les descubriera otros mundos. Y aún más años después descubrí otro prodigio en un gran hospital de Valencia. La biblioteca de atención al paciente, con la que mitigan las largas esperas y angustias tanto de familiares como de los propios enfermos, fue creada por iniciativa y voluntarismo de una empleada. Con un carrito del supermercado cargado de libros donados, paseándose por las distintas plantas, con largas peregrinaciones y luchas con la administración intentando convencer a burócratas y médicos no siempre abiertos a otras consideraciones, de que el conocimiento y el placer que proporciona la lectura puede contribuir a la curación, al cabo de los años ha logrado dotar al hospital y sus usuarios de una biblioteca con un servicio de préstamos y unas actividades que le han valido, además del prestigio y admiración de cuantos hemos pasado por ahí, un premio del gremio de libreros en reconocimiento a su labor en favor del libro.

Evoco ahora estos tres de entre los muchos ejemplos de tesón bibliotecario, al enterarme de que resurge la amenaza del préstamo de pago. Se pretende obligar a las bibliotecas a pagar 20 céntimos por cada libro prestado en concepto de canon para resarcir –eso dicen– a los autores del desgaste del préstamo.

Me quedo confuso y no entiendo nada. En la vida corriente el que paga una suma es porque: a) obtiene algo a cambio; b) es objeto de una sanción.

Y yo me pregunto: ¿qué obtiene una biblioteca pública, una vez pagada la adquisición del libro para prestarlo? ¿O es que debe ser multada por cumplir con su misión, que es precisamente ésa, la de prestar libros y fomentar la lectura?

Por otro lado, ¿qué se les desgasta a los autores en la operación? ¿Acaso dejaron de cobrar por el libro? ¿Se les leerá menos por ser lecturas prestadas? ¿Venderán menos o les servirá de publicidad el préstamo como cuando una fábrica regala muestras de sus productos? Pero, sobre todo: ¿Se quiere fomentar la lectura? ¿Europa prefiere autores más ricos pero menos leídos? No entiendo a esa Europa mercantil. Personalmente prefiero que me lean y soy yo quien se siente deudor con la labor bibliotecaria en la difusión de mi obra.

Sépanlo quienes, sin preguntarme, pretenden defender mis intereses de autor cargándose a las bibliotecas. He firmado en contra de esa medida en diferentes ocasiones y me uno nuevamente a la campaña.

¡NO AL PRÉSTAMO DE PAGO EN BIBLIOTECAS!

JOSÉ LUIS SAMPEDRO

(Revista IBIUT, núm. 165, Año XXIX, diciembre 2009)

martes, 2 de febrero de 2010

EL FONDO ROMERO DE TORRES



UN BALUARTE CONTRA LA DESTRUCCIÓN

El siglo XIX resultó catastrófico para el patrimonio histórico y artístico español, en general, y jiennense, en particular. La invasión de los franceses –primero–, la desamortización de Mendizábal –después– y un errático concepto de la modernidad contribuyeron a la destrucción y desaparición de cientos, miles de iglesias, conventos, ermitas y oratorios en todo el antiguo reino de Jaén, y al expolio, pérdida o expatriación de una cantidad incontable de retablos, imágenes, ornamentos o cuadros, algunos de ellos de valor incalculable. El caso es que con los ecos todavía vivos de la sacudida que supuso el Desastre del 98, en junio de 1900 el Ministerio de Fomento promulga un Real Decreto que dispone que se lleve a cabo “la catalogación completa y ordenada de las riquezas históricas o artísticas de la nación”. De esa voluntad conservacionista y rescatadora de nuestro patrimonio, nace el Fondo Fotográfico Romero de Torres, que acumula varios cientos de fotografías de grandísimo valor documental.

En la Biblioteca del Instituto de Estudios Giennenses se acumulan los libros, los legajos, los papeles de toda época. Y allí, escondidas en algún lugar casi insondable, como uno de los grandes tesoros de esa Biblioteca, se custodia una copia de las fotografías –las originales están en el Instituto Velásquez del CSIC, en Madrid– que en 1913 realizara por toda la provincia Enrique Romero de Torres, hermano del célebre pintor cordobés. En esas fotografías en blanco y negro, realizadas seguramente con una parsimonia y profesionalidad de artista y de investigador que hoy es muy difícil encontrar, encontramos casonas desaparecidas, viejos palacios que se tragó el desarrollismo franquista, iglesias arrasadas por el furor de 1936, cuadros o imágenes o cálices o custodias que perecieron en las llamas de la historia, plazas tan cambiadas que hoy a penas podemos reconocerlas y que en esas fotografías brillantes pese a tener casi un siglo nos devuelven una imagen romántica de nuestras ciudades, de una época en la que eran más pobres y posiblemente más sucias pero ciertamente más hermosas. Allí hay calles y edificios y obras de arte de muchos lugares de la provincia: las ruinas de Encina Hermosa de Alcalá la Real, la necrópolis ibérica de Torredelcampo, unas cuevas inexploradas de Bedmar o de Valdepeñas, el capitel árabe de una casa particular de Jaén, una talla de San José y el Niño de Los Villares, la vista del órgano y el coro de la Catedral baezana, una casulla bordada en sedas de colores en Begíjar o la custodia francesa de la antigua Colegiata de Úbeda… y así hasta más de setecientas fotografías.

EMPEÑO Y DIFICULTADES DE ROMERO DE TORRES

La disposición ministerial de 1900 establecía que el catálogo de una provincia no se realizara mientras no se hubiera terminado el de la anterior. Jaén tuvo que esperar hasta 1913 para ver cómo se acometía la empresa de fotografiar sus riquezas. Así, el 30 de enero de ese año una Orden ministerial le encomienda la tarea de catalogar el patrimonio de Jaén a Enrique Romero de Torres, que ya había realizado esa tarea en Cádiz y que era Director del Museo Provincial de Córdoba. Se le da un plazo de ocho meses para llevar a cabo su tarea, pero poco después una nueva Orden amplía el plazo hasta un año, que finalmente también resultaría insuficiente. El Ministerio pide a las autoridades de la provincia y a los ayuntamientos que faciliten la labor de su comisionado.

Romero de Torres era un hombre responsable y serio. Antes de llegar a nuestra tierra se prepara en la Biblioteca y el Archivo Histórico nacionales, y en las academias de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando. Luego, ya en Jaén, visita –si le dejan– los archivos municipales, notariales, parroquiales, conventuales… para bien documentarse acerca de la historia del pueblo en que se encuentra y de los bienes dignos de ser catalogados en cada lugar. Por desgracia, tan pródigo esfuerzo no fue siempre recompensado y entendido. Hasta octubre de 1913 no da el Obispado orden a sus curas de que faciliten el trabajo de Romero de Torres, permitiéndole visitar los templos y facilitándole las tareas “sacar copias fotográficas” de los retablos, cuadros o esculturas que en dichos templos existan. Y es en ese mismo mes cuando el gobernador civil da orden a los alcaldes de que “atiendan y presten los auxilios que necesite para el buen desempeño de su misión”. Y pese a todo, ni Ministerio, ni Obispado ni Gobierno Civil vencieron la resistencia y ciega visión de muchos curas y alcaldes y notarios, que torpedearon la tarea de Romero de Torres. Es paradigmático el caso de la propia Catedral de Jaén, donde los canónigos se niegan a que Romero pueda mover, a su costa, ningún cuadro u objeto litúrgico para realizar mejores fotografía. Y en otros municipios se encuentra permanentemente cerrados los templos que visita .

El desánimo debió cundir en el catalogador, que reconocería en su Memoria que doce meses era un plazo insuficiente para visitar los 135 pueblos de la provincia, a los que sumaba despoblados y ruinas dignos de ser catalogados. Hablaba del pésimo estado de las vías de comunicación, que le había impedido llegar a las zonas más apartadas de Jaén, como eran los partidos judiciales de Cazorla o Huelma. Relata las dificultades encontradas para fotografiar monumentos y joyas artísticas, pero agradece la consideración y colaboración de todas esas personas que sí se habían volcado con esta iniciativa –tal vez la iniciativa cultural más importante de toda la historia de Jaén– y, reconociendo la extraordinaria dimensión del patrimonio histórico y monumental de esta tierra, reconoce que su trabajo es necesariamente sucinto para de este modo haber podido abarcar más pueblos; y llega a decir que no ha podido “ni con mucho”, aproximarse al humilde propósito que tenía cuando inició su obra.

LA PUBLICACION PENDIENTE

Pese a todo el Catálogo Monumental de la Provincia de Jaén es una obra vastísima y valiosísima, tal vez única. Romero de Torres decía en 1915 que una parte considerable de la riqueza artística y arqueológica de la provincia estaba “ya deteriorada y a veces casi perdida, por el abandono del tiempo y de los hombres”. En julio de 1936 muchas de las obras de arte que él fotografió desaparecieron para siempre. Como para siempre desaparecieron, a partir de la década de los sesenta y hasta hoy mismo, muchos de los edificios singulares que fotografió el cordobés. Son sus fotografías las que nos permiten tener la certeza de que esos bienes maltratados y destruidos formaron parte de nuestro patrimonio. Ese es tal vez el singular valor de la obra de Romero de Torres.

Ese valor potentísimo fue apreciado ya en 1925 por Alfredo Cazabán –principal valedor de Romero y de su trabajo–, que pide al poder público que se interese por la publicación del Catálogo Monumental. La respuesta, como era de esperar, es el silencio. No decae el empeño de Cazabán, y en 1926 intenta que Romero de Torres retome su labor y finalice el catálogo. Su propuesta volvió a caer en el saco roto en el que permanece aún hoy, cuando el Fondo Romero de Torres sigue siendo un gran desconocido para la inmensa mayoría de los ciudadanos jiennenses. ¿Cuándo, las autoridades provinciales, acometerán la empresa de publicar ese monumental Catálogo y sus ricas fotografías, reconociendo así el mérito grande del inconcluso trabajo de Romero de Torres, acercando a todos nosotros una parte esencial de nuestra historia y culminando el sueño de ese jiennense inabarcable que fue Cazabán Laguna?

(Manuel Madrid Delgado. Ideal, 31 enero 2010)

(Fotogafía: Fondo Romero de Torres. Busto de Dolorosa, de Pedro de Mena. Palacio de los Marqueses de Bussianos, de Úbeda. Destruída en julio de 1936)