martes, 2 de febrero de 2010

EL FONDO ROMERO DE TORRES



UN BALUARTE CONTRA LA DESTRUCCIÓN

El siglo XIX resultó catastrófico para el patrimonio histórico y artístico español, en general, y jiennense, en particular. La invasión de los franceses –primero–, la desamortización de Mendizábal –después– y un errático concepto de la modernidad contribuyeron a la destrucción y desaparición de cientos, miles de iglesias, conventos, ermitas y oratorios en todo el antiguo reino de Jaén, y al expolio, pérdida o expatriación de una cantidad incontable de retablos, imágenes, ornamentos o cuadros, algunos de ellos de valor incalculable. El caso es que con los ecos todavía vivos de la sacudida que supuso el Desastre del 98, en junio de 1900 el Ministerio de Fomento promulga un Real Decreto que dispone que se lleve a cabo “la catalogación completa y ordenada de las riquezas históricas o artísticas de la nación”. De esa voluntad conservacionista y rescatadora de nuestro patrimonio, nace el Fondo Fotográfico Romero de Torres, que acumula varios cientos de fotografías de grandísimo valor documental.

En la Biblioteca del Instituto de Estudios Giennenses se acumulan los libros, los legajos, los papeles de toda época. Y allí, escondidas en algún lugar casi insondable, como uno de los grandes tesoros de esa Biblioteca, se custodia una copia de las fotografías –las originales están en el Instituto Velásquez del CSIC, en Madrid– que en 1913 realizara por toda la provincia Enrique Romero de Torres, hermano del célebre pintor cordobés. En esas fotografías en blanco y negro, realizadas seguramente con una parsimonia y profesionalidad de artista y de investigador que hoy es muy difícil encontrar, encontramos casonas desaparecidas, viejos palacios que se tragó el desarrollismo franquista, iglesias arrasadas por el furor de 1936, cuadros o imágenes o cálices o custodias que perecieron en las llamas de la historia, plazas tan cambiadas que hoy a penas podemos reconocerlas y que en esas fotografías brillantes pese a tener casi un siglo nos devuelven una imagen romántica de nuestras ciudades, de una época en la que eran más pobres y posiblemente más sucias pero ciertamente más hermosas. Allí hay calles y edificios y obras de arte de muchos lugares de la provincia: las ruinas de Encina Hermosa de Alcalá la Real, la necrópolis ibérica de Torredelcampo, unas cuevas inexploradas de Bedmar o de Valdepeñas, el capitel árabe de una casa particular de Jaén, una talla de San José y el Niño de Los Villares, la vista del órgano y el coro de la Catedral baezana, una casulla bordada en sedas de colores en Begíjar o la custodia francesa de la antigua Colegiata de Úbeda… y así hasta más de setecientas fotografías.

EMPEÑO Y DIFICULTADES DE ROMERO DE TORRES

La disposición ministerial de 1900 establecía que el catálogo de una provincia no se realizara mientras no se hubiera terminado el de la anterior. Jaén tuvo que esperar hasta 1913 para ver cómo se acometía la empresa de fotografiar sus riquezas. Así, el 30 de enero de ese año una Orden ministerial le encomienda la tarea de catalogar el patrimonio de Jaén a Enrique Romero de Torres, que ya había realizado esa tarea en Cádiz y que era Director del Museo Provincial de Córdoba. Se le da un plazo de ocho meses para llevar a cabo su tarea, pero poco después una nueva Orden amplía el plazo hasta un año, que finalmente también resultaría insuficiente. El Ministerio pide a las autoridades de la provincia y a los ayuntamientos que faciliten la labor de su comisionado.

Romero de Torres era un hombre responsable y serio. Antes de llegar a nuestra tierra se prepara en la Biblioteca y el Archivo Histórico nacionales, y en las academias de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando. Luego, ya en Jaén, visita –si le dejan– los archivos municipales, notariales, parroquiales, conventuales… para bien documentarse acerca de la historia del pueblo en que se encuentra y de los bienes dignos de ser catalogados en cada lugar. Por desgracia, tan pródigo esfuerzo no fue siempre recompensado y entendido. Hasta octubre de 1913 no da el Obispado orden a sus curas de que faciliten el trabajo de Romero de Torres, permitiéndole visitar los templos y facilitándole las tareas “sacar copias fotográficas” de los retablos, cuadros o esculturas que en dichos templos existan. Y es en ese mismo mes cuando el gobernador civil da orden a los alcaldes de que “atiendan y presten los auxilios que necesite para el buen desempeño de su misión”. Y pese a todo, ni Ministerio, ni Obispado ni Gobierno Civil vencieron la resistencia y ciega visión de muchos curas y alcaldes y notarios, que torpedearon la tarea de Romero de Torres. Es paradigmático el caso de la propia Catedral de Jaén, donde los canónigos se niegan a que Romero pueda mover, a su costa, ningún cuadro u objeto litúrgico para realizar mejores fotografía. Y en otros municipios se encuentra permanentemente cerrados los templos que visita .

El desánimo debió cundir en el catalogador, que reconocería en su Memoria que doce meses era un plazo insuficiente para visitar los 135 pueblos de la provincia, a los que sumaba despoblados y ruinas dignos de ser catalogados. Hablaba del pésimo estado de las vías de comunicación, que le había impedido llegar a las zonas más apartadas de Jaén, como eran los partidos judiciales de Cazorla o Huelma. Relata las dificultades encontradas para fotografiar monumentos y joyas artísticas, pero agradece la consideración y colaboración de todas esas personas que sí se habían volcado con esta iniciativa –tal vez la iniciativa cultural más importante de toda la historia de Jaén– y, reconociendo la extraordinaria dimensión del patrimonio histórico y monumental de esta tierra, reconoce que su trabajo es necesariamente sucinto para de este modo haber podido abarcar más pueblos; y llega a decir que no ha podido “ni con mucho”, aproximarse al humilde propósito que tenía cuando inició su obra.

LA PUBLICACION PENDIENTE

Pese a todo el Catálogo Monumental de la Provincia de Jaén es una obra vastísima y valiosísima, tal vez única. Romero de Torres decía en 1915 que una parte considerable de la riqueza artística y arqueológica de la provincia estaba “ya deteriorada y a veces casi perdida, por el abandono del tiempo y de los hombres”. En julio de 1936 muchas de las obras de arte que él fotografió desaparecieron para siempre. Como para siempre desaparecieron, a partir de la década de los sesenta y hasta hoy mismo, muchos de los edificios singulares que fotografió el cordobés. Son sus fotografías las que nos permiten tener la certeza de que esos bienes maltratados y destruidos formaron parte de nuestro patrimonio. Ese es tal vez el singular valor de la obra de Romero de Torres.

Ese valor potentísimo fue apreciado ya en 1925 por Alfredo Cazabán –principal valedor de Romero y de su trabajo–, que pide al poder público que se interese por la publicación del Catálogo Monumental. La respuesta, como era de esperar, es el silencio. No decae el empeño de Cazabán, y en 1926 intenta que Romero de Torres retome su labor y finalice el catálogo. Su propuesta volvió a caer en el saco roto en el que permanece aún hoy, cuando el Fondo Romero de Torres sigue siendo un gran desconocido para la inmensa mayoría de los ciudadanos jiennenses. ¿Cuándo, las autoridades provinciales, acometerán la empresa de publicar ese monumental Catálogo y sus ricas fotografías, reconociendo así el mérito grande del inconcluso trabajo de Romero de Torres, acercando a todos nosotros una parte esencial de nuestra historia y culminando el sueño de ese jiennense inabarcable que fue Cazabán Laguna?

(Manuel Madrid Delgado. Ideal, 31 enero 2010)

(Fotogafía: Fondo Romero de Torres. Busto de Dolorosa, de Pedro de Mena. Palacio de los Marqueses de Bussianos, de Úbeda. Destruída en julio de 1936)

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