Son muchos los mortales que quedan huérfanos a muy temprana edad, en esa edad en la que más precisan de la ayuda de su progenitor, faltándoles el apoyo, la protección, el consejo, la educación, el cariño... Faltándoles su consoladora y gratificante sombra.
Yo fui uno de los que formó parte de esa desgarradora orfandad paterna. Concretamente el 26 de septiembre de 1963.
Empero, a diferencia de aquellos que ya no encontrarían jamás la añorada presencia y figura del patriarca del hogar, del cabeza de familia, del padre querido, tuve la inmensa dicha de contar con la mano firme y extendida, con la palabra diáfana y erudita, con la sonrisa clara y amorosa, con el afecto sincero y profundo de uno de los hombres más íntegros, buenos, sencillos e inteligentes que Úbeda nos ha brindado en los anales de su historia: Juan Pasquau Guerrero. A quien, desde aquellos instantes, consideré como mi segundo padre.
Llevado de la estrecha amistad que le unía con la rama de los Castillo y de los Vico, se acordó de mi modesta y apesadumbrada persona para designarme como auxiliar suyo en la Biblioteca Pública Municipal, situada, por entonces, en el magno patio renacentista del Ayuntamiento ubetense.
Por hallarse tan ligado a mi familia, yo conocía su ejemplar trayectoria literaria de brillantísimo escritor.
Ejercía como Profesor en las Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia (no le agradaba en absoluto lo de “SA.FA.” que –según su fino olfato– “huele a plástico o a abono sintético”), había colaborado, desde muy joven, con sólo dieciséis años, en los periódicos locales “La Provincia” y “Vida Nueva”. Después fueron numerosísimos sus artículos en “Jaén”, “Patria” e “Ideal” de Granada, “Madrid”, “Blanco y Negro” y “ABC”, donde fue considerado, en este último, como uno de sus mejores articulistas. Fue premiado en la VI y VII Fiesta de la Poesía local, por sus trabajos “Comentario a San Juan de la Cruz” y “Úbeda monumental y turística”. Asimismo fue galardonado en diversas localidades de la provincia, recibiendo el preciado y delicado “Olivo de Oro”. Ostentaba el cargo de Concejal y el de Archivero-Bibliotecario de nuestras Casas Consistoriales, Consejero del Instituto de Estudios Giennenses. En el año 1950 fue fundador y director, durante dieciocho años, de la enjundiosa, pulcra, elegante y prestigiosa revista “VBEDA”. En ella nos deleitábamos con sus excelentes trabajos que firmaba con “Juan Pasquau”, las iniciales “J.P.”, “P” y los seudónimos de “Anselmo de Esponera” y “Miguel H. Uribe”. Pregona, en 1958, nuestra Semana Santa y, en dicho año, sale a la luz su obra cumbre “Biografía de Úbeda”, la más importante de cuantas se han publicado sobre nuestra prócer ciudad, toda vez que, además del rigor en el dato y en la fecha, se encuentra adobada de una prosa filosófica, nostálgica, costumbrista, castiza, popular y chispeante que hacen las delicias del lector por su incomparable amenidad. Uno de sus primeros ejemplares pasó a poder de mis padres, con una dedicatoria que nunca olvidaré. Con anterioridad había publicado “Polvo iluminado” (1949) y, posteriormente, “El espíritu de la escuela” (1962).
(CONTINUARÁ...)
ANTONIO DEL CASTILLO VICO
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